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Zoido prohíbe tener hambre

Ensoberbecido e incapaz de ver una realidad dramática por las calles de su ciudad, el alcalde de Sevilla cree que el mundo es como él lo ve o como a él se lo cuentan.

Las brigadas de limpieza van por delante de su comitiva, adornando y maquillando el escenario en el que actúa para que siempre se lo encuentre inmaculado y sin personajes incómodos que trastoquen y afeen su virtual visión de la vida.

El buenismo y la campechanía que exhibe el Sr. Zoido no es otra cosa que un postureo calculado cínicamente para que la gente confunda al personaje. El actual alcalde, recordemos, pertenece a un partido, el Partido Popular, que ha quebrado la espina dorsal de la convivencia en este país. Que ha aprobado leyes que favorecen a los poderosos y que torturan al humilde. Que ha deteriorado las condiciones de trabajo hasta extremos próximos a la esclavitud y que ha llevado la pobreza a más de 10 millones de personas, al tiempo que ha agrandado la enorme asimetría a favor de unos pocos en términos de renta.

Pues bien, ese alcalde de imagen cercana y buenista, acaba de incorporar a las normas sevillanas que se multará con 750 euros a quienes rebusquen en los contenedores para encontrar alguna cosa con que saciar el hambre suya o de los suyos. Algo muy duro para los excluídos y una auténtica aberración social para quienes no tienen nada.

Los argumentos que da el portavoz del alcalde, ¡desde Urbanismo! son ciertamente lamentables. Se ensucia la ciudad. Prefieren ver a un pobre hambriento que un contenedor al que le han desordenado su contenido. El deslizamiento hacia la barbarie y el cinismo social que está demostrando este gobierno que dirige Zoido no tiene límites.

Primero crean pobreza, sufrimiento, despidos, desahucios y exclusión. Después prohíben aquellos mecanismos que pueden proporcionar un recurso para la propia supervivencia. “Prohibido tener hambre” parecen decir. “Prohibida la realidad” parecen pensar, elevando su grosera postura de clase a la categoría de norma municipal y dando la lucha entre ricos y pobres. Sí. La lucha de clases.

Es preciso desalojar definitivamente de esta ciudad a aquellos que hacen de la insolidaridad e inhumanidad una norma de vida. Hay que recuperar para las personas, para los más vulnerables y para los más desiguales, el principio de mínimo vital garantizado –Pan, Techo y Trabajo- que solo la izquierda real es capaz de administrar.

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