El alcalde que niega la pluralidad democrática
En un alarde de desprecio a la voluntad popular y exhibiendo un alto sentido de la propiedad excluyente de la cosa pública, el domingo de preferia publicaba su periódico más amigo un publirreportaje en el que se ensalza hasta el empalago la gestión de Zoido y se vuelve a criminalizar –otra vez más- la del gobierno anterior del que participó IU.
(fuerza a la que se refiere en el titular de portada cuando utiliza el término “evitar los extremismos”).
Zoido habla de corrupción pero se olvida -¡qué osadía!- de la de su propio partido. Solo ve corruptos en los demás, de manera especial en el PSOE al que, contradictoriamente, desea convertir en compañero de camino.
Y es que el bipartidismo pretende a la desesperada, consolidarse junto a esa antigualla antidemocrática que es la corona y excluir “a los extremismos” que representan igualmente la voluntad popular y #elpoderdelagente. Especialmente a los “radicales” de Izquierda Unida, que rechazan el sistema capitalista y que desean que los pueblos sean los auténticos protagonistas de su historia y reclaman sus derechos.
De hecho, Izquierda Unida se propone en estas elecciones europeas desmontar la impostura del bipartidismo al que invoca Zoido, que les ha llevado a votar juntos el 73% de las iniciativas discutidas en el Parlamento Europeo. Miren si no este vídeo completamente esclarecedor del paripé al que van a someter al pueblo durante la tregua electoral en la que jugarán a parecer que son diferentes, cuando el Grupo Popular y los Socialistas Democráticos votan lo mismo: economía (66,7%), exterior y seguridad (77%), empleo (68%), justicia e inte-rior (66%) y agricultura (80%), incluida la rotación pactada en la presidencia del Parlamento.
La operación bipartidista que Zoido enuncia en su portada dominical es, sin duda, de largo alcance y en ella se juegan –ellos- su propio devenir. De paso arramblarán con el sufrimiento de millones de personas. De ahí la importancia que tienen estas elecciones europeas para romper la troika y quebrar sus objetivos, en los que ya comparten comisarios y altos cargos al alimón en todos los niveles comunitarios, tanto de la Comisión como del Parlamento Europeo.
