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El ejercicio opaco de la transparencia de Zoido

Se suelen conocer a través de los medios de comunicación. Unas veces versionadas y cocinadas y otras veces completamente desprovistas de datos objetivos y concretos: Son los modos en los que nos enteramos de aquella información a la que, legalmente, tenemos derecho a saber  antes, de manera reglada y con abundancia de detalles.

La legitimidad de nuestro grupo municipal es constantemente cuestionada por Zoido cuando no facilita, facilita tarde, mal o de forma incompleta, la información que permite construir la opinión, crítica o no, de los asuntos que interesan a los ciudadanos. Zoido se comporta en esto como un gobernante opaco y tramposo, que abusa de una mayoría absoluta para burlarse reiteradamente, del legal y legítimo derecho a la información, además de incumplir otra de sus promesas estrella, cuando se anunció campeón de la transparencia.

Hemos sabido por los medios de comunicación que habrá cambios en la Gerencia de Urbanismo. Hemos conocido cambios en el PGOU sobre la pasarela de La Cartuja o la extensión arbitraria de la zona azul de manera discrecional, aquí la aumento, aquí la reduzco.

Hemos oído al alcalde ufanarse de contar con varias empresas interesadas en la construcción de varios aparcamientos subterráneos y, comprobar, dos días más tarde, que los concursos quedaban desiertos porque nadie se presentó.

La administración local tiene reglas. El PGOU se dotó de una Comisión de Seguimiento, precisamente para abordar estas cuestiones. Pero Zoido no ha querido ni siquiera aprobar el reglamento de su funcionamiento. La participación le estorba. Como si de un gobernante sátrapa se tratara, ejerce el gobierno a capricho, dando los bandazos propios de las improvisaciones de quien no tiene un modelo de ciudad, sino que obedece a la devolución de intereses –muchas de las veces contradictorios entre sí-, pagos de facturas y bocas que callar de aquellos que ahora le reclaman el abono de las ayudas que le dieron para ser alcalde.

La transparencia, esa virtud asociada inexorablemente al noble ejercicio del poder democrático, brilla por su ausencia en el caso de Zoido, convirtiéndose en esa opaca capa que todo lo tapa, el paso previo a la corrupción y una condición necesaria para burlar los controles legítimos y democráticos de las fuerzas de la oposición y de las entidades ciudadanas. Esconderles la bolita a los sevillanos, a través de sus legítimos representantes, nos muestra un alcalde trilero, tramposo y chapucero, que violenta las normas para oscurecerlas y evitar que trascienda la demostrada incapacidad de él y de su equipo de gobierno.

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