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Mariano I, «El déspota»

¿Puede alguien presentarse a unas elecciones generales prometiendo unas cosas y, posteriormente, ya conseguido el gobierno, hacer las contrarias? Como hicieran Carlos III en España o Catalina II en Rusia, las monarquías absolutistas se caracterizaron por imponer en sus países ciertas reformas (reformas, ¿nos suena?): centralizar la administración, unificar la legislación y someter a todo el territorio a la más absoluta uniformidad.

Aquellos monarcas absolutistas gobernaban bajo un principio filosófico: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Es lo que se llamó el Despotismo Ilustrado. A ese lema cabría añadirle, para caracterizar a la perfección a Mariano “El déspota”, “Para el pueblo, sin el pueblo y contra el pueblo”. Porque utilizó la mentira para conseguir auparse al
poder absoluto, obtuvo la inestimable colaboración de los poderes fácticos –medios y dinero- para, llegado a la presidencia del gobierno, masacrar los derechos sociales del pueblo, sin que tuviese el más mínimo refrendo al profundo cambio operado en sus falsas promesas.

Porque contra el pueblo son las 35 medidas que presentó esta semana, cada una de las cuales fue jaleada y aplaudida por una camada indigna de diputados del PP, que sin vergüenza ninguna se alegraban por cada una de ellas. Fue sonrojante y decepcionante ver el aplauso que obtuvo el presidente del gobierno cuando presentó la reducción del subsidio de desempleo. Fue patético observar su felicidad cuando despojaban a los más vulnerables de la Dependencia. Daba rabia verles burlarse de las protestas de los diputados más dignos ante la salvaje demolición del modelo de estado que perpetraba en el Congreso Mariano Rajoy.

Pues a esos sádicos –los que disfrutan con el sufrimiento de otros- se suma Zoido, -alcalde, diputado, presidente de la FEMP y ahora también del PP de Andalucía- que ha aplaudido, justificado y apoyado con firmeza esas medidas que tanto sufrimiento van a producir a los más débiles de esta sociedad. Y que se muestra dispuesto también a reproducirlas allá donde pueda, empezando por su ciudad a la que llegó de la misma manera que su referente nacional.

El ataque “de clase” solo podrá ser respondido con la defensa “de clase”. La lucha de clases persiste, nunca ha cesado de hecho, y además los de abajo la vamos perdiendo. Va siendo hora de espabilarse y recuperar los valores que desplacen a los déspotas y a los sádicos. Va siendo la hora de la rebelión de los humildes de abajo contra los poderosos de arriba.

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